En retrospectiva, las expectativas elevadas han sido lo que más dolor me ha causado. El no ver la realidad con mis ojos, sino con los anteojos de la ciencia ficción, es una práctica sumamente nociva. Aquel amigo idolatrizado, aquel trabajo anhelado, aquella ilusión autoinducida... todo eso suele llevar a un fracaso. Porque finalmente el mundo no es como uno quiere que sea, sino como tiene que ser.
Punto final.